La familia es el entorno donde por excelencia se debe
dar el desarrollo integral de las personas, especialmente el de los niños. Pero
la familia es mucho más que cuidado y apoyo mutuo; es el espacio donde
realizamos nuestras más profundas experiencias humanas. Los más profundos
sentimientos tienen fuente en la familia: lo mejor y lo peor tienen lugar en
ella.
La familia tiene en sí el potencial para enfermar o
para curar. O sea, puede ser un entorno íntimo, confiable, de amor, apoyo, contención,
felicidad, crecimiento y desarrollo integral de sus miembros. También puede ser
fuente de miedo, inseguridad, infelicidad, odio, dolor profundo, y hasta ser un
entorno peligrosos para la salud mental y/o física de quienes forman parte de
ella. En su seno puede tener cabida tanto lo mejor como lo peor de los
sentimientos humanos.
Esta trama vincular es la matriz de la constitución
psíquica del individuo, de su nacimiento como sujeto, y donde adquiere
progresivamente su identidad.
También la familia es el vehículo de transmisión de
los valores familiares, de las tradiciones, los mandatos, los legados.
Es función, además, de este sistema el favorecer la
tendencia de sus miembros hacia el crecimiento y la independencia como sujetos
de la cultura, al mismo tiempo que ofrecerles un sentimiento de pertenencia.
Funciones familiares para el desarrollo de la autonomía
Para que la persona pueda desarrollar su autonomía es
necesario que en la familia se desarrollen dos funciones fundamentales.
La función materna, está asociada a las actitudes de
cuidado corporal, al sostén físico y emocional de los hijos; actitudes y
conductas vinculadas al apego, sostén, acercamiento, dependencia, continencia.
La función paterna implica, en una primera etapa de la
crianza, el sostén del estrecho vínculo madre- hijo. Más adelante, implican
actitudes y conductas que posibiliten una gradual separación entra la madre y
el hijo, poniendo un límite al “deseo de la madre de guardar al hijo para ella
sola y el deseo del hijo de poseerla totalmente.
El ejercicio de la función paterna posibilita el
desprendimiento, la independencia y la separación, del hijo primero de la madre,
y posteriormente de la familia.
Consideramos importante señalar que la presencia del
padre o de la madre no garantiza por sí misma el ejercicio de la función
paterna o materna. Padre o madre pueden cumplir indistintamente ambas funciones;
por ejemplo, una madre que favorece el establecimiento de vínculo de sus hijos
con amigos y estimula una vida deportiva fuera del hogar, está favoreciendo su
desprendimiento. Por otro lado, un padre que arropa, da de comer, mima y
acaricia a sus hijos, está asumiendo funciones consideradas maternas.
Puede suceder que ambas funciones sean ejercidas por
uno solo de los miembros de la pareja. Otras veces, estas funciones pueden ser
ejercidas por personas que no forman parte de la familia, o por instituciones.
Independientemente de quienes las ejerzan, es
necesario que estas funciones estén presentes en el desarrollo de las personas,
para que su autonomía sea posible.
(Extraído de Nuñez, B. “Familia y Discapacidad”,
2007,Bs. As. Lugar Editorial).
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